Lola, una gata siamesa; Coco, un perro mestizo; Kira, una bernesa de montaña; Max, un hámster; Aegon, un American Bully; Lulú, una coneja; Mathy, un Husky siberiano, son ejemplos reales de miembros activos en familias colombianas. Se les cuida y atiende como integrantes de la familia, gracias a una decisión judicial del 2021 que reconoció a las mascotas como parte de la familia en Colombia. Este cambio se originó tras la separación de una pareja, donde Simona, la mascota adquirida durante la unión, quedó en medio del conflicto legal y la ruptura.
Dos razones que respaldan este punto de vista incluyen la Ley 1774 de 2016, que reconoce a los animales como seres sintientes, y el Artículo 42 de la Constitución Política de Colombia, que describe a la familia como el «núcleo fundamental de la sociedad».
Andrés Garzón Roa, fundador de una firma de abogados especializada, sugiere que en casos de custodia de animales domésticos, es más adecuado referirse a una «tenencia compartida» dada la estrecha relación entre humanos y mascotas.
El cambio en el concepto de familia ha llevado a que las personas consideren a sus animales como hijos, hermanos, etc. La abogada Joanna Henao destaca la creciente tendencia de términos como «perrihijo» o «gatihijo». La pregunta sobre si el maltrato en una familia multiespecie constituiría violencia intrafamiliar también se aborda legalmente, incluyendo la protección de la vivienda familiar para los animales.
Desde esta perspectiva, los animales pueden ser tratados como objetos en el derecho civil, seres sintientes en el derecho penal y seres afectivos en el derecho de familia. Estas categorías, aunque distintas, ofrecen un enfoque integral de la relación entre humanos y sus animales de compañía.
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